Como fotógrafo de bodas, con los años he aprendido que cada pareja es un mundo, pero hay algo que se repite una y otra vez: todos quieren que su álbum de boda cuente una historia real, íntima y emocional. Atrás quedaron los días en los que se buscaban álbumes rígidos, llenos de fotos posadas, con sonrisas congeladas y miradas fijas a cámara. Hoy, las parejas buscan autenticidad. Quieren un álbum que no solo registre el día, sino que lo reviva, que les permita volver a sentir cada momento cuando pasen las páginas dentro de diez, veinte o treinta años.
Lo que más me piden es que capte los instantes espontáneos. Esos que suceden entre las grandes escenas: las miradas cómplices mientras uno espera en el altar, una carcajada inesperada durante los votos, una lágrima furtiva en los ojos de un padre o la emoción contenida de una abuela que observa desde la primera fila. Los novios quieren que su álbum esté lleno de humanidad, de gestos naturales, de emociones sinceras que muchas veces ellos mismos no notan hasta que ven las fotos después.
Otra de las cosas que suelen pedirme con insistencia es que las fotos reflejen bien la atmósfera del lugar. No importa si es una finca en el campo, una iglesia gótica o una playa al atardecer. La luz, los colores, el entorno, la decoración… todo forma parte del escenario de su historia, y quieren que se vea tal como lo imaginaron. Algunas parejas incluso me confiesan que escogieron ese lugar pensando ya en cómo quedaría en las fotos del álbum, así que esperan que cada rincón que han cuidado con tanto mimo se convierta en parte del recuerdo tangible.
Los detalles también son fundamentales, ya que hay quien pasa meses buscando el ramo perfecto, diseñando las invitaciones, eligiendo la música, coordinando los centros de mesa, o incluso bordando a mano los nombres en sus pañuelos. Y claro, quieren que todo eso esté en el álbum. No como un catálogo, sino como elementos que ayuden a construir el ambiente, que enmarquen la historia. Por eso siempre intento capturarlos con el mismo cariño con el que fueron pensados.
Una petición que escucho cada vez más es la de incluir fotos previas y posteriores a la ceremonia. Las parejas quieren documentar todo el proceso, desde los nervios al vestirse hasta los abrazos del final de la noche, cuando los zapatos ya molestan y las risas son más sinceras. Quieren que el álbum sea un viaje completo, no solo una selección de “los mejores momentos”.
También hay un creciente interés por los retratos naturales, especialmente los de pareja, por lo que los novios ya no buscan esas fotos clásicas, con poses forzadas y paisajes perfectos. Prefieren imágenes en las que se vean tal como son, caminando, hablándose al oído, riendo entre sí. Me piden que los deje ser ellos, que no los dirija demasiado, que capture la conexión que tienen sin necesidad de filtros.
Y por supuesto, quieren que el álbum tenga un diseño cuidado, por lo que piden que las fotos estén bien narradas, que haya ritmo, que algunas páginas respiren y otras se llenen de energía. Les gusta que las imágenes grandes convivan con pequeños detalles y que, al final, el álbum se sienta como una película silenciosa, una que puedan “ver” sin sonido, pero que les hable al corazón.
¿Es habitual el uso de drones en las bodas?
Sí, en este sentido, el fotógrafo Pedro Volana es tajante y nos cuenta que el uso de drones en bodas se ha vuelto cada vez más habitual en los últimos años. Muchas parejas los eligen como una forma de añadir un valor visual extra a sus recuerdos, ya que permiten obtener tomas espectaculares desde el aire que no se pueden lograr con cámaras tradicionales.
Los drones se utilizan sobre todo para capturar vistas panorámicas del lugar de la celebración, seguir a la pareja durante su llegada o salida, o documentar momentos clave como el «sí, quiero» o la salida con pétalos o arroz desde un ángulo más cinematográfico. Este tipo de imágenes aporta dinamismo al vídeo de boda y crea un impacto emocional mayor cuando se combinan con planos más cercanos y personales.
Eso sí, aunque es una herramienta muy atractiva, su uso está sujeto a regulaciones legales bastante estrictas, especialmente en lo que respecta al vuelo en espacios públicos, áreas urbanas o zonas cercanas a aeropuertos. Por eso, es importante contar con un operador de drones profesional que esté certificado y que conozca la normativa vigente. Además, algunos lugares de celebración pueden tener restricciones específicas, por lo que siempre conviene consultarlo con antelación.