Una vida sin dientes, una vida dura pero con solución

Dicen que de todas las malas experiencias siempre hay que sacar una conclusión. Eso es lo que nos vendieron durante los años que duró la pandemia. Pues bien, en ocasiones es cierto, pero en otras, te das cuenta de que la vida no es tan sencilla cómo dicen.

Si os apetece os cuento mi historia y os daréis cuenta de mis razones. Yo era un hombre de 35 años apasionado por el deporte. Me definía como un joven al que le gustaba hacer deporte. Por ejemplo, el running, el ciclismo y el fútbol habían sido mis formas de liberar estrés y mantenerme en forma. Cuando otros salían de fiesta yo me gustaba estar haciendo deporte. Algunos me llamaban aburrido, pero yo era feliz.

Cada fin de semana era una tradición salir con mis amigos a jugar un partido en el parque. La verdad es que son los mejores años que recuerdo. Pero un día, un giro inesperado transformó mi vida. Como diría el mítico Fermín Trujillo de La Que Se Avecina, llámalo universo, Dios o energía, pero algo tenemos que nos hace cambiar nuestro destino.

Durante un partido de fútbol con mis amigos, mientras intentaba cabecear un balón, choqué accidentalmente con el codo de mi amigo Juan. Zas. Aún retumba en mi cabeza. El impacto fue brutal. Caí al suelo y, al llevarme las manos a la boca, sentí algo que me hizo estremecer era como un escalofrío que pasaba por todo mi cuerpo. Dos de mis dientes frontales estaban rotos, los famosos paletos, y un tercero había quedado que se movía. No daba crédito, aunque luego me enteré de todos los problemas que ocasionan en los dientes el practicar deporte.

EL dolor mental

El dolor físico fue intenso, pero es cierto que no era consciente de que el dolor mental iba a ser aún peor. Durante los días siguientes, comencé a evitar salir con mis amigos y sentía vergüenza de sonreír en público. Es que no os podéis imaginar lo duro que es no poder mostrar tus dientes.

Incluso en el trabajo, donde era encargado de ventas y dependía de mi imagen para cerrar negocios, empecé a notar cómo una inseguridad que no había sentido nunca. Mis jefes, aunque al principio eran comprensivos, comenzaron a presionarme para que recuperara mis ventas anteriores. Yo les entiendo, pero es que nadie sabía por la situación en la que estaba yo pasando.

A medida que pasaban las semanas, me iba enfrentando a un problema inesperado. Lo primero fueron los dolores constantes en la mandíbula debido al daño dental. Además, mi autoestima hasta el infierno hasta el punto de que mi relación con mi pareja ya no era la misma. Las discusiones eran cada vez más frecuentes, ya que no quería salir y estaba todo el día triste, por no decir que hundido.

La solución

Un día, tras semanas de sufrimiento, un amigo fue el que me recomendó visitar una clínica dental especializada en implantes. Aunque al principio estaba un poco negativo por los costos y el miedo al tratamiento, finalmente decidí buscar ayuda.

La primera consulta en la clínica dental Gaudí fue un momento de alivio. Desde el primer momento el odontólogo me explicó con todos los detalles el proceso de los implantes dentales, Pero sobre todo me sirvió de psicólogo, ya que me habló de que ponerme implantes también me resolverían mi problema estético, sino también aliviarían el dolor y mejorarían mi calidad de vida. Después de un análisis exhaustivo y unas semanas de preparación, comenzó el tratamiento.

El proceso fue duro, pero con mejoras constantes, y la verdad es que valió la pena. Cuando finalmente me colocaron los implantes definitivos, sentí que mi vida volvía donde la había dejado. La sonrisa que tenía era la de un hombre que volvía a ser feliz. Poco a poco fui recuperando la confianza para seguir funcionando al máximo en el trabajo, reavivé mi relación de pareja y sí, a jugar fútbol con sus amigos, aunque esta vez con un protector bucal, porque ya no estaba con más ganas de sustos.

Y sí, no sé si de la pandemia aprendimos algo, pero yo en este caso aprendí una valiosa lección: a veces los golpes de la vida pueden ser duros, pero si te pones en manos de profesionales y de gente que te quiere puedes superarlos. Ahora bien, también tienes que poner mucho de tu parte.

Tengo claro que mis implantes dentales no solo me devolvieron mi eterna sonrisa, sino también las ganas de vivir plenamente, y eso es algo que necesitaba.

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