Cómo una herencia cambió la historia del libro de mi vida

En ocasiones la vida te lo cambia todo. Has pensado en una vida y es ella la que te decide por qué caminos tienes que ir. Recuerdo cuando era niño y tenía que leer en verano los libros de aventuras. Ahí tú ibas eligiendo cada página, cada capítulo y al final creabas tu propia aventura, que es así como lo vendían. Pues bien, en mi caso, llegó un momento de vida que me he sentido como esos libros. Yo iba escribiendo mi historia, pero ha sido la vida la que me ha saltado de capítulo. Y es que la historia de mi libro era el ser un niño feliz, estudiar una carrera, ir a la universidad, graduarme, tener un trabajo estable, casarme, tener varios hijos, llevarles a un colegio religioso y así ser muy felices. De esas parejas que los domingos van a misa, toman el vermut y pasean de la mano de sus hijos por el parque.

Ese era el  libro de mi vida, hasta que de repente apareció en uno de los capítulos: Paula. Cinco letra que cambiaron mi vida. Y es que el amor puede hacer que tu vida cambie y la aventura no sea la que has pensado. Me presento, soy Juan y os voy a contar la historia de mi aventura. Una noche de invierno conocí en una discoteca a Paula, lo que parecía iba a ser un rollo de invierno se convirtió en el amor de mi vida. Una mujer que vino a darle la vuelta a la vida que yo tenía planeada. Cansada del bullicio y de la contaminación, Paula un buen decidió que nuestro fututo estaba en un tranquilo pueblo donde ella había heredado una pequeña casa de su abuela. Y es que las coincidencias son así. Si la abuela de Paula no hubiera muerto cuando lo hizo, ya os digo que todo hubiera cambiado. Pero el famoso libro de aventuras, decidió que el siguiente capítulo fuera: nos vamos a pueblo heredando una casa de una abuela.

Mi llegada al pueblo

Aún recuerdo ese momento cuando llegamos al pueblo. “Dónde me he metido”, pensé, ahora bien, también ya noté esa tranquilidad que dicen que se tiene en el mundo rural. La casa de la abuela de mi chica era una casita de campo con mucho encanto, pero necesitaba algunos arreglos. Y digo algunos, siendo generoso. Porque lo primemanos de profesionales. Recuerdo la primera visita que nos hicieron los chicos de la empresa Cubiertas Estévez. “uf, aquí hay mucho trabajo, estás seguro que eras la nieta favorita?”, preguntó. Nos salió una carcajada, pero supimos que eso significaba que había mucho trabajo en ese tejado.

Y es lógico, las casas de pueblo son las que más sufren por culpa de las lluvias, el invierno, la nieve y el frío. Ahora bien, el trabajo finalizado fue una gozada. Un tejado de madera que quedó de maravilla.

Luego, la casa necesitaba una mano de pintura, reparaciones en las habitaciones y algunas mejoras en la cocina y el baño. Era eso o poder vivir como los personajes de Cuéntame Como Pasó, la verdad es que es la mejor manera de definir lo que estaba viviendo. Yo era un Alcántara más. A pesar de no tener mucha experiencia en trabajos de bricolaje, es cierto que Paula sacó un trabajo muy curioso adelante.

Con el paso de los días, la casa empezó a tomar forma y a lucir muy chula. Esto ya era otra cosa. Las mañanas eran duras, de hacer reformas. Pero por las tardes, nos relajábamos jardín, disfrutando del aire puro y la tranquilidad del pueblo. Y es que al final, la mudanza era solo por eso.

El futuro en un hogar

Después de varios meses, la casa estaba completamente renovada y perfecta para convertirse en nuestro hogar. La verdad es que a las dos semanas ya me di cuenta de que el futuro de mi pareja estaba allí. Se me venía a la cabeza la imagen de la abuela de Paula, aunque no la conocí, y solo me quedó que dar las gracias.

Con la casa en perfectas condiciones, nos sentimos completamente integrados en el pueblo. La vecinos es cierto que nos recibieron con los brazos abiertos, y pronto nos hicimos amigos de muchos de sus vecinos. Son gente nombre de esas amistades que tienes para toda la vida. Y sí, por fin disfrutamos de la paz y la calma del pueblo.

Con el tiempo, me di cuenta que aquella decisión que tomamos mereció la pena. Fue duro ver que el libro de mi vida me lo escribía otra persona, pero salí ganando. La casa se ha convertido en el símbolo de amor, pero también de esfuerzo. Siempre recuerdo con mucho cariño esos días en los que trabajamos en construir un futuro de hogar.

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