adornos

Los adornos hacen que tu casa hable por ti.

La manera en la que decoramos nuestra casa es un vehículo de expresión. Crea atmósferas en las que nos sentimos cómodos y habla de nosotros mismos a nuestros invitados. Dentro de ese discurso, los adornos cumplen un papel importante.

Los dependientes de Arte Stilo, la tienda de Lladró en Madrid, pero también de otras firmas como CowParade, Nao y Rosa Elordui, con más de 50 años de experiencia en la venta de figuras artísticas decorativas, afirman que los adornos son un mensaje de sentimiento y sensibilidad.

Una casa con una decoración pobre pone en evidencia dos cosas. O que no nos preocupamos por la imagen de nuestro hogar, o que no sabemos qué transmitir.

Un ferviente lector tiene su casa llena de libros. Un cinéfilo tiene expuestos objetos que manifiestan su pasión por el séptimo arte. Un aguerrido viajero colecciona souvenirs de lugares que ha visitado, que traen a la memoria experiencias vividas y muestran a los demás su curiosidad por conocer otras tierras.

Adornamos nuestra casa en primer lugar para nosotros. Es nuestro mundo particular, nuestro santuario. En ocasiones atesoramos objetos casi sin darnos cuenta. Por inercia. Luego después, si queremos, los compartimos con los demás.

Estos son los mensajes que nos proporcionan los adornos.

Los adornos rejuvenecen las casas.

Las casas son un elemento vivo. Como las personas que las habitan. Vamos transformándola poco a poco, añadiendo un objeto aquí o quitando otro de allá. En ocasiones emprendemos una remodelación más profunda. Lo hacemos también con nuestra vida. Cuando comenzamos un proyecto nuevo o cuando damos un giro radical a nuestra existencia. No somos igual que hace 10 años, y nuestra casa tampoco lo es.

La revista de decoración El Mueble nos presenta como algunos pequeños cambios en la casa pueden darle un aire fresco y actual.

Uno de ellos es cambiar los cuadros. El poder visual de las pinturas y de las fotografías enmarcadas puede transformar una estancia tanto como pintar las paredes. Colocar una fotografía de un mercado sudamericano, con toda la explosión de color que desprende, es capaz de llenar de luminosidad un salón.

Colocar objetos de mimbre o de madera en un comedor o en una cocina le aporta un aire rústico que resulta bastante acogedor. Indirectamente, estamos transmitiendo un mensaje de conexión con la tierra. Con nuestra historia. Como la de un árbol que hunde sus raíces en el suelo y difícilmente podrá ser removido por el viento.

Pintar un mural sobre el cabecero de una cama da una sensación de amplitud. Colocar una alfombra con un diseño étnico en el comedor mejora la sensación de confortabilidad. Las fotos en blanco y negro dan un toque de elegancia. Colocar un perchero de pie o un banco en el recibidor da la bienvenida a todo aquel que cruce el umbral de la puerta. Aunque esa persona seamos nosotros.

Las opciones son infinitas. Todo es cuestión de dejarnos llevar por nuestras emociones.

Menos es más.

Nuestras madres y nuestras abuelas amontonaban recuerdos a modo de adornos que iban acomodando como podían por toda la casa. Una vida entera recogida en una colección de objetos. Al final las casas se convertían en museos compactados en los que apenas había sitio para nada más.

Había tantos objetos que era difícil fijar la atención en alguno de ellos. La imagen podía parecer entrañable, pero el escenario saturado te empujaba fuera de la habitación.

Por suerte, el barroquismo casero ha pasado a otra época. Hoy preferimos decoraciones menos cargadas. Conformadas por unos pocos elementos que estén en sintonía. La decoración en su conjunto transmite un mensaje. Tanto es así, que cada aspecto adquiere valor como parte de un todo. Cuando hablamos de cada parte nos referimos al color de las paredes, al suelo, a los muebles, a las cortinas y, cómo no, a los adornos. Construimos en nuestra casa, decorados en los que vivir un acto de nuestra vida. Como si fuera el capítulo de una novela.

Cuando cambiamos la decoración hay objetos que ya no encuentran su sitio. Que están fuera de lugar. Aquella maqueta de la Sagrada Familia construida en resina que compramos en Barcelona ya no nos dice nada. ¿Qué hacemos con ella? Podemos guardarla en un altillo y esperar otro momento para ubicarla en casa. La vida da muchas vueltas. Si no tenemos sitio o no queremos amontonar cacharros, siempre podemos venderla por internet. Alguien le encontrará un uso. Esto no significa que nos hayamos olvidado de nuestro viaje a la ciudad condal. Pervive en nuestra memoria. Digamos que en estos momentos, nuestro discurso es otro. Nos sentimos diferentes.

Para nuestras abuelas, desprenderse de un adorno era un sacrilegio. Era como hacerlo de menos. Al final, todos esos objetos eran un capital de vida acumulado. Hoy, para nosotros, la decoración ha cobrado otro sentido. Es el retrato de un estado anímico en un momento determinado.

La fuerza de los objetos vintage.

En una época en la que todos los objetos se fabrican en serie. En la que los muebles tienden a ser todos iguales y los compramos embalados en una caja para montarlos en casa, los objetos vintage agregan el punto de diferenciación que necesitamos.

El blog Box 2 Box opina que el empleo de artículos vintage crea mezclas únicas. Espacios de decoración que huyen de la uniformidad y nos permiten expresarnos de una manera personal.

Recurrimos a adornos vintage no porque seamos unos nostálgicos, sino porque nos transmiten sentimientos que asociamos a épocas pasadas. Un clásico son los 80. Pensamos en Michael Jackson, regreso al futuro, la movida madrileña. Hay personas que ni siquiera vivieron en aquella década y que coleccionan objetos de aquel tiempo. Asocian los 80 con libertad y diversión. Otros, introducimos en nuestro hogar objetos heredados de nuestros abuelos. Le damos un nuevo uso, pero conservan viva la conexión con la persona querida.

Es importante diferenciar entre objetos vintage y antigüedades. Según los expertos, una antigüedad es un objeto que fue fabricado como mínimo hace 100 años. Los artículos del siglo XX entrarían dentro de la categoría vintage. También son considerados vintage, muebles y artículos de decoración, que aunque hayan sido fabricados recientemente, se han diseñado inspirándose en objetos pasados. Un ejemplo de ello son los carteles de metal que reproducen anuncios de los años 30, 40 o 50. Como los carteles de chapa de Coca Cola.

Otra diferencia interesante es la que se hace entre el estilo vintage y el estilo retro, y que a veces tendemos a confundirla. Lo retro es lo pasado de moda. Objetos o muebles relativamente nuevos, de hace un par de décadas y que estéticamente han caído en desuso. Mientras que lo vintage se suele asociar a un periodo determinado que ejerce una cierta influencia cultural o estética. Hablamos, por ejemplo, de las décadas 50, 60, 70 u 80.

Los adornos vintage se han integrado en estilos de decoración como el  shabby chic. Una corriente decorativa que se caracteriza por el empleo de piezas clásicas con un aspecto desgastado. Más que un gusto estético por lo antiguo, este estilo está asociado con la decoración sostenible. Con reciclar y reutilizar. Dándole una segunda vida a artículos de segunda mano con la intención de contaminar menos el planeta.

El arte Pop, reflejado en la decoración, abraza con fuerza los adornos vintage. Se trata de utilizar elementos decorativos con un valor intrínseco de cultura de masas. El arte pop es bastante mitómano y encuentra en los objetos de otras épocas uno de sus principales recursos.

Por último, el estilo industrial, que se basa en adaptar a la decoración doméstica y comercial, objetos y elementos propios de las fábricas, talleres y espacios industriales, recurre con frecuencia a los adornos vintage ligados al mundo del trabajo.

El arte llega a las casas.

Todos de una manera o de otra nos sentimos atraídos por el arte. Nos gusta la belleza y vemos en el arte una de las principales vías de expresión del ser humano.

Las nuevas generaciones, del Baby Boom hasta ahora, somos las más dadas a invertir en arte para decorar nuestra casa.

En ello ha influido la democratización del arte. La popularización de la fotografía como una manifestación artística. Lo que permite comercializar fotografías de diseño a gran escala. La aparición de las láminas artísticas. O el hecho de que algunos pintores se dediquen a pintar cuadros más económicos para que los puedan comprar particulares con un nivel adquisitivo medio.

En el arte decorativo también se incluyen las figuras. Pequeñas esculturas fabricadas en porcelana, piedra, vidrio o metal. Si nuestras madres coleccionaban adornos porque les parecían bonitos, a nosotros nos gusta que tengan un valor artístico y que combinen con la orientación estética que le hemos querido dar a la decoración de nuestro hogar.

El arte refleja sentimientos y despierta una emoción en el espectador. Tiene el aspecto de que es algo exclusivo o, como mínimo, diferente. Lo que nos permite personalizar espacios y expresarnos a través de él.

Puesto que los adornos hablan por nosotros, démosle, pues, un espacio en nuestra casa y concedámosle el valor que se merecen.

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